El feudo era un gran territorio formado por las tierras otorgadas por un rey o por un noble a otro señor feudal en las que trabajaban los campesinos libres y siervos a su cargo. Se transmitía de forma hereditaria, pero no podía comprarse ni venderse, y el señor feudal tenía total autoridad para impartir justicia sobre sus habitantes y cobrarles impuestos.
Tenía 2 partes bien diferenciadas:
- La reserva señorial o dominio: era la parte de la tierra explotada (trabajada) por el señor en beneficio propio. En ella solía estar el castillo (o monasterio) e incluía tierras de cultivo (trabajadas por siervos), prados para el ganado, ríos para pescar, bosques donde cazar y obtener leña, tierras comunales (prados y bosques que los habitantes del feudo podían usar libremente) e instalaciones de uso común (molino, horno, fragua... previo pago de una tasa).
- Los mansos: eran parcelas de tierra que el señor concedía a los campesinos libres o a los siervos a cambio del pago de unas rentas (parte de la cosecha o trabajar en las tierras de la reserva).
- También podían haber algunas parcelas propiedad de campesinos libres (alodios)
Los bosques de la reserva eran propiedad exclusiva del señor y cuando los campesinos querían cazar o buscar leña en ellos debían pedir permiso o pagar un impuesto.
En sus feudos los señores impartían justicia y cobraban impuestos. Además, los señores también cobraban impuestos a los comerciantes cuando atravesaban sus dominios (peaje) y cuando cruzaban los puentes (pontazgo) o a los campesinos por usar los molinos, hornos (señorío jurisdiccional).
Cada feudo estaba orientado al autoabastecimiento: producía todo lo necesario para la subsistencia de sus habitantes (alimento, vestido, herramientas...).
Se trata, pues, de una economía agropecuaria (agrícola-ganadera) de subsistencia y autárquica: no se traen apenas productos de fuera del feudo y se sacan muy pocos productos de él. Los pocos excedentes se venden en el mercado semanal del burgo (ciudad)
Los señores feudales vivían de las rentas que los campesinos estaban obligados a pagarles (rentas señoriales):
- Una parte de la cosecha de las tierras que trabajaban.
- Entregar, una vez al año, cierta cantidad de productos cultivados o animales.
- Trabajar unos días al año de forma gratuita en las tierras o los bosques del señor (servicios domésticos, de construcción o reparación).
- Pagar una pequeña cantidad por usar el horno, la fragua, el molino, los bosques o los puentes del señor.
- Dar un 10% de la cosecha anualmente a la Iglesia (diezmo eclesiástico).
- Otros impuestos propios de la jurisdicción señorial (multas, impuestos sobre el comercio..).
LOS CAMPESINOS
Con arreglo a las leyes medievales, un campesino no era dueño de sí mismo. Todo, incluida la tierra que trabajaba, sus animales, su casa y hasta su comida, pertenecía al señor del feudo.
El 90% de la población feudal estaba formada por campesinos bajo la protección de un señor feudal, ya fuera noble o eclesiástico, se dedicaban a la agricultura y la ganadería y carecían de privilegios.
Había 2 grandes tipos:
- Campesinos libres o villanos, propietarios de sus tierras (alodios), que podían casarse, abandonar el feudo, dedicarse a otro oficio, vender su producción libremente en el mercado...
- Siervos de la gleba, que no eran libres y, por tanto, no podían ni casarse ni heredar ni abandonar el feudo sin permiso del señor. Además trabajaban de forma gratuita las tierras del señor a cambio de una parcela para el cultivo propio.
La vida de los siervos (y de los campesinos en general) estaba llena de penalidades. Muchos se afanaban para producir alimentos suficientes para mantener a sus familias y poder cumplir con su señor. Les estaba prohibido marcharse del feudo sin permiso y, para un campesino, la única manera de obtener la libertad era ahorrar el dinero necesario para comprar un lote de tierras o casarse con una persona libre. Así pues estaban ligados a la tierra.
LA VIDA CAMPESINA
La labranza de la tierra y la cría del ganado eran trabajos que absorbían toda la jornada porque los métodos eran anticuados y no muy eficaces.
Cavaban y cosechaban sus parcelas propias pero también ayudaban en los grandes cultivos de la aldea: para arar campos, segar y recoger el heno. Una cosecha mala por una helada, una tormenta o por sequía era una amenaza de hambre para toda la aldea.
Era una economía de autoconsumo, es decir, vivían de lo que producían, sin apenas comerciar con sus productos.
Cultivaban cereales como el trigo para hacer pan (alimento básico), legumbres (judías, garbanzos..) y viñedos. Usaban aperos (instrumentos de trabajo en el campo) muy rudimentarios (los mismos que se usaban desde el Neolítico como el arado romano) y practicaban la rotación de cultivos bienal con barbecho para no agotar los suelos (se deja sin cultivar la mitad de las tierras para que el ganado la abone mientras que en la otra se sigue cultivando). Sólo a partir del s XI-XII se introducen nuevas herramientas y técnicas (arado de vertedera, molino de agua...).
En los huertos tenían verduras y árboles frutales.
Los animales más abundantes eran los bueyes que tiraban de carros y de los arados; las cabras; las ovejas que eran muy rentables, comían poco, eran baratas y vivían mucho. Los cerdos comían mucho y eran muy caros, aunque luego daban alimento para todo el año. También había muchas gallinas, pollos y caballos que servían para la guerra.
Hombres, mujeres, niños y ancianos colaboraban de sol a sol en las tareas agrícolas. Arar, segar, podar, cortar árboles, roturar... eran tareas pesadas realizadas por los hombres.
Las mujeres, aparte de cuidar del hogar y de los hijos, ayudaban en la siega y la vendimia, cultivaban el huerto y mantenían las aves del corral. Su vida se limitaba a lavar, cocinar, cuidar de los hijos y los ancianos y tejer sus propios vestidos con la lana de las ovejas (no se usaba aún el algodón).
Aunque su vida era monótona, todo muy regulado por los ciclos de las cosechas, también celebraban fiestas en las aldeas.
La comida de la gente más humilde en la Edad Media variaba, como siempre, con arreglo a sus medios económicos.
La gente del común comía un pan moreno y tosco hecho de trigo con centeno o avena, gachas, huevos, potajes con verduras y, en algunas ocasiones contadas, algo de carne, en especial de cerdo, de sus existencias caseras. En invierno, se surtían de la carne y pescado que habían conservado con sal y las cocineras inventaban medios adecuados para disfrazar el gusto añadiendo al guiso harina de avena, guisantes, alubias o cortezas de pan. Las vacas, ovejas y cabras suministraban la leche necesaria para elaborar los alimentos lácteos (queso).
Las casas campesinas medievales eran muy diferentes de las actuales. Los campesinos pasaban la mayor parte del día fuera por lo que las corrientes de aire y la escasa luz de las ventanas, sin cristales, no les molestaban. Para alumbrarse usaban lámparas de aceite o manteca. Todo se mantenía lo más limpio posible: los suelos de tierra se solían desgastar a fuerza de barrerlos. La armazón era de madera, las paredes de adobe y los techos de paja.
La vida doméstica se hacía mucho más en común que la actual ya que las familias enteras comían, dormían y pasaban su tiempo libre juntas en su hogar de uno o dos cuartos.
Apenas tenían mobiliario (un colchón, una cocina de leña, una mesa con bancos para sentarse y unos pocos recipientes de barro para comer con cubiertos de madera). Los animales dormían dentro de la casa, en un establo, proporcionando calor natural al hogar.